El Minotauro

 El Minotauro

El Minotauro es, sin duda, una de las más complicadas y tentadoras creaciones míticas, con una extensa y completa bibliografía tras de sí. Sin embargo, ninguno de los autores que han estudiado esta figura parecen haber tenido en cuenta una suposición acerca de su nacimiento, que podría ofrecer una nueva mirada sobre la naturaleza de este ser. Se trata de una posible relación entre el Minotauro y la hybris, apoyada en la hipótesis etimológica de que "híbrido" pudiese derivar del término griego hybris. Aunque dicha etimología no goza del acuerdo entre los lingüistas ‑existiendo tantas pruebas en contra como a favor, mi intención es plantear un acercamiento a este animal mitológico partiendo de la supuesta validez de esta hipótesis, intentando descubrir qué puede haber de hybris en el Minotauro, el primer híbrido de la mitología clásica.

El significado originario de hybris puede hallarse sumergido en el dominio jurídico, es decir, en el ámbito de la justicia humana. En este contexto, podríamos resumir su sentido diciendo que se trataba del agravio cometido por un hombre contra otro en el ámbito de la comunidad. Según Aristóteles, este delito consistía en la afrenta de quienes cometen daño con la intención de sobresalir entre los demás, causando vergüenza o sencillamente deshonra a alguien.  Esta falta debía ser reparada recurriendo a la diké, que administraban quienes, iluminados por las leyes divinas, dirimían en las contiendas entre humanos, es decir, los jueces y los soberanos los aristoi‑. Tenemos pues un primer tipo de hybris, expresión de la injusticia en el ámbito existencial de la sociabilidad humana.


Podemos identificar un ámbito, al margen de la religión y de la sociedad, en el que aparece también la hybris. En el Fedro, Platón afirma que existe un tipo de deseo que "atolondrada y desordenadamente nos tira hacia el placer, y llega a predominar en nosotros", y añade que a este impulso se le ha dado el nombre de hybris. En las Leyes, al explicar que los espartanos han desterrado de su país aquello que hace insensatos a los hombres, vuelve a nombrar la hybris junto a los placeres cuando afirma que, en Esparta, no se ven ni "banquetes ni cuantas otras cosas acompañan a éstos excitando a más no poder todos los deleites". Más adelante, en este mismo texto, vuelve a colocar la hybris entre aquellos estados que "embriagándonos por el placer nos hacen perder el sentido" y nos convierten en insensatos, para acabar calificando con este apelativo al "deseo de engendrar descendientes", cuando se convierte en una necesidad y apetito que abrasa y enloquece por completo a los hombres.


      Siguiendo a Platón, se podría afirmar que dicha hybris es un modo de actuar que está precedido por una obsesión del pensamiento, que excita y embriaga los sentidos, y cuyo deseo de engendrar puede llevar a la locura. Por consiguiente, si quitamos del hombre el pensamiento y embriagamos sus sentidos, dejándole sólo el deseo de engendrar, no nos queda más que un animal excitado por uno de sus instintos.


En el mito de la Atlántida, Platón presenta la hybris como la forma en que se insinuó el ethos humano en un momento en que el principio divino que regía el destino de los atlantes empezó a declinar. Teniendo en cuenta la proximidad contextual entre la mítica Atlántida y la Creta gobernada por Minos ya que ambos relatos apuntan a un momento en el que los hombres empezaban a separarse de los arcaicos principios divinos‑, no debería extrañarnos que ese daimon de Minos hubiese mucho que ver con la afirmación platónica de que la hybris aparece en cuanto el hombre empieza a apartarse de los dioses, y acaso a enfrentarse a ellos.


Esa locura que la embriagó, ese mal que no sabe definir, ¿no era acaso un deseo atolondrado que desordenadamente tiraba de ella hacia la consumación del placer, un desenfreno al que Platón definió, casi con estas mismas palabras, como hybris? Se podría afirmar que ese extraño mal que ofuscó la razón de Pasifae encajaría de lleno en ese tercer ámbito de la hybris que previamente definí como expresión del desenfreno en el ámbito de la animalidad. Un ámbito experiencial en el que el hombre no es más que un animal ‑ese animal que todavía anida en el interior del ser humano‑, un organismo que tan sólo actúa atendiendo a sus instintos. Un modo de actuar que, desde la razón, no se podía entender ni explicar.

Juan Castañeda 

Comentarios

  1. Es muy interesante el análisis planteado, las distintas maneras y comparaciones que se llevaron a cabo enriquecieron el tema, siendo algo entretenido, hizo falta una postura/juicio para poder diversificar el contenido.

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  2. Algo que me pareció facil de leer y llamó mi atención porque hablaste de temas conectados con el minotauro, sin embargo, aunque hablas de eso, como mencionó mi compañero Anderson, creo faltó de una postura que diferenciara el contenido del texto.

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